5 COSAS PARA HACER EN SAN SEBASTIÁN

Donostia pasó de ser un recinto amurallado de carácter militar a finales del siglo XIX a una ciudad dirigida al mejor turismo de la época gracias al derribo de las murallas y su ensanche alrededor de la bahía de La Concha, y los márgenes del río Urumea.

La reina regente María Cristina estableció su residencia de verano en la ciudad y su popularidad creció como la espuma, atrayendo así a gran parte de la nobleza europea.

Junto con Biarritz se convirtió en uno de los enclaves del veraneo europeo de finales del XIX.

A mediados del siglo XX llegó a San Sebastián el Conde Ciano, yerno de Mussolini, invitado por Franco. Durante esos días, no se reparó en gastos, ¡faltaba más!  Entonces sabían, y ahora nosotros lo sabemos, que España nunca entraría en crisis. Perdón, sigo, que me desvío del tema. También vinieron  en plan guiris los soldados de Hitler, porque habían ocupado casi toda Francia, y probablemente se aburrían. En la ciudad, hicieron cosas tan típicamente turista como ponerse como gambas al sol o asistir a corridas de toros.

cosas para hacer en san sebastian

1. Visitar Pintxos


La cocina donostiarra, venerada en todo el mundo y alabada en las mejores guías gastronómicas. ¡¿Cómo perdéroslo?!

Durante los días que pasamos en San Sebastián, recorrimos la Parte Vieja en varias direcciones con la intención de probar los famosos pintxos. Entramos al Bar Sport, donde recomiendo que probéis el tomate relleno de mozzarela y las croquetas de hongos, ¡buenísimas y una opción genial para vegetarianos!, al Atari Gastroteka (calle mayor, 18), Borda Berri (Fermín Calbetón 12), Restaurante Munto Jatetxea (Fermín Calbetón 17) donde probamos las tartaletas de verduras y el pintxo de cebolla y queso de cabra; o La Cuchara de San Telmo (31 de agosto, 28) son algunos de los muchos bares que encontraréis.

2. Ir a la Playa


Las playas de Donostia son uno de los elementos  identificativos de la ciudad y veréis que parecen tener una personalidad propia y que se diferencian de cualquier otra playa que hayáis podido ver. La Concha, la más famosa de las tres, situada en la Bahía de La Concha; Ondarreta, también en la Bahía de la Concha y entre el Palacio de Miramar y el monte Igueldo;  la Isla de Santa Clara, a unos 500 metros en el centro de la bahía y a la que se puede acceder en barco durante los meses de verano, y la Zurriola, la playa de los surferos -importante motivo para echarle un vistazo- por su fuerte oleaje y en la que podéis encontrar más gente joven que el resto de playas.

Os aconsejo que recorráis el litoral, empezando desde el principio de la playa de la Zurriola y acabando en el Peine del Viento, la obra del escultor vasco Eduardo chillida, en la playa de Ondarreta. Esta obra es, por supuesto, de visita obligada, y si la véis durante los días de grandes olas, es un auténtico espectáculo.

3. Naturaleza


Y, como nos encanta la naturaleza, no puedo pasar por alto los dos montes donostiarras más famosos.
Monte Urgull

El Monte Urgull es el gran peñón que cierra la parte vieja de la ciudad. Podéis subir caminando hasta el castillo, donde veréis los restos de las murallas y puertas de acceso. La montaña está coronada por la imagen del Sagrado Corazón que se ve desde cualquier punto de Donostia.

Subir a Igeldo permite contemplar una panorámica genial de la Bahía de la Concha y todo  Donostia-San Sebastián.

Hace poco leí que junto a las vistas de la bahía de Matavai, en la isla de Tahití; la de la bahía de Botafogo, desde el Pan de Azúcar, en Río de Janeiro; la de la bahía de Nápoles desde San Martino y la de la bahía de Acapulco desde la capilla de La Paz, la vista de la bahía de la Concha desde el Monte Igeldo era tan espectacular que ya podías morir tranquilo.

No sé si para algunos será algo exagerado, pero desde luego, la primera sensación que te invade al llegar, es asombro y emoción. ¡Realmente merece la pena!

4. Recorrer el Casco Viejo


¡Imperdible! Creo que nadie puede decir que ha estado en San Sebastián si no visita “lo viejo”, como llaman los donostiarras a la parte más antigua de la ciudad (aunque tiene poco más de 150 años en su estado actual). Aquí no encontraréis edificios monumentales o museos históricos, pero eso no es lo que hay que buscar. El Casco Viejo se trata de un entramado de callejuelas repletas de tiendas y bares con los pintxos y tapas más buenas de todo el planeta. Las calles Mayor, Fermín Calbetón, San Jerónimo, San Iñigo y las plazas de Sarriegi o Constitución son algunos de los puntos clave para adentrarse en el mundo de los pintxos.

5. Hablar con donostiarras


¿Esto es imprescindible? ¡Pues sí, lo es! Aparte de lo bonita que nos pareció la ciudad, la amabilidad y simpatía de los donostiarras nos sorprendieron tanto a mis amigas como a mí y, la verdad, es una de las primeras cosas que me vienen a la cabeza al pensar en el viaje.
Eskerrik asilo Donostia guztiagatik!

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